Lluvia

Anoche cuando llegué a mi casa, llovía. No de esas lluvias del sur, donde llueve de lado, ni las lluvias santiaguinas del invierno. Pero el hecho subsiste: llovía. Y no hay nada que me guste más que la lluvia. Mis conserjes, de hecho, piensan que estoy loca, porque mientras que todo el mundo sale con paraguas, yo salgo con una chaqueta y nada más. Por supuesto que vuelvo empapada, pero es exquisito, me encanta. No hay nada mejor que la lluvia, cuando las gotas repiquetean en las ventanas, las calles se encharcan, y el pelo se nos pega a la cara, nos moja la ropa... Cuando llueve con ganas, es rico meterse a la cama, ver una película, tomar un café... Aunque mi ideal es cuando estoy en mi casa en Pucón, al frente de la chimenea, leyendo un libro, tomando algún líquido humeante en un tazón...mmm... exquisito.Ojalá con truenos y rayos, que me fascinan. También es rico poder compartir la lluvia con alguien, salir a caminar, empaparse, reírse, bailar en la lluvia... o simplemente estar juntos. Lamentablemente, hoy la lluvia fue floja, no quiso caer con el ánimo del sur ni la rabia del invierno. Y yo quisiera haber sido floja, pero había clases, entrevistas que hacer, textos que leer... pero no importa. Ya habrá nuevos inviernos, o más de esas lluvias que se desubican y caen en mitad del verano. Aunque en esta ciudad de cemento ver llover no será nunca tan lindo como hacerlo en el sur, de todos modos, se agradece.