Priscilla Julia
Yo quiero mucho a Priscilla Julia. Gracias a ella y sólo a ella he tenido los momentos de mayor brillantez -rayando en la genialidad- de mi corta (¿corta?) vida. Priscilla Julia es la reina del desierto. Y el desierto es mi cerebro. Ella es quien reina en mi cabeza, la única y exclusiva dueña del espacio dentro de mi cráneo. Priscilla Julia es mi mononeurona, fenómeno de la medicina que es capaz de transmitir impulsos neuronales sin otras neuronas amigas, sin dendritas ni axones. Sólo Priscilla Julia y yo.
A diferencia de la Fran B., que tiene una ameba en la cabeza, Priscilla Julia es efectivamente una neurona, pero es mucho más que eso. Es una sobreviviente de la hecatombe que atacó a mi cerebro hace ya años, mientras estudiaba para una prueba, que puede haber sido de Medios III o quizá de Teoría de la Comunicación, no lo recuerdo muy bien. Ese día mi cerebro sufrió un feroz cambio de temperatura en su intento de asimilar tanta cantidad de información. A raíz de eso un dolor de cabeza de intensidad inusitada comenzó a desarrollarse. A la hora o algo más, luego de haber ingerido sucesivamente un Paracetamol de 500 y un Ketoprofeno T.U. y haberme recostado en la cama y cerrado los ojos -nada surtió efecto- el dolor de cabeza mutó en una patología poco conocida llamada "fiebre cerebral". Ahí fue cuando presentí que las cosas andaban realmente mal. A los pocos minutos sentí una explosión: la materia gris, como la llamaría Poirot, había estallado, con la consiguiente muerte de todas las neuronas que en ella habitaban. ¿Todas? No... una se salvó: Priscilla Julia.
Desde entonces me ha acompañado de manera fiel, siempre dispuesta a esforzarse para acumular información inútil, otra algo más útil, ser creativa, escribir ensayos, monografías y otros. Aunque podría sentirme desgraciada por la muerte de los millones de neuronas que habitaban en mí, me siento pletórica de alegría de tener a Priscilla. Estoy segura que con más neuronas no sería tan jugosa ni pensaría tanta tontera (como esto) y en definitiva, seguro que sería una persona más latera y fome.
Eso sí, hay también problemas: a veces, de tanto trabajar, a Priscilla Julia le baja el colapso y fenece por un tiempo, entra en un pequeño receso. En esos momentos es cuando me oirán decir que se me murió la mononeurona así es que a mí no me pidan pensar. Lamentablemente pasa cada vez con más frecuencia, deben ser los años que me están atacando y el exceso de actividad cerebral a la que me he visto sometida en el último tiempo. Pero bueno, cuando revive aparece con genialidades. De ella son los cuentos que he escrito, las pocas cosas inteligentes que he dicho y cuanta buena nota me he sacado. Así es que aunque a veces se canse, como Priscilla Julia no hay. He dicho. Más bien, ha dicho.